La venganza se encuentra estrechamente vinculada con la violencia. Su estudio, desde el punto de vista psicológico y criminológico, podría promover su inclusión en los instrumentos de evaluación de riesgo y facilitar el desarrollo de nuevos programas de prevención y habilidades terapéuticas.
Históricamente, los deseos de venganza han sido responsables de múltiples cambios en los códigos penales, y diversas ramas como la mitología, la filosofía, el arte, la literatura o la religión se han hecho eco de este concepto, situándolo como protagonista en múltiples aportaciones. Sin embargo, son escasos los estudios que sitúan el foco en la venganza, y paradójicamente, su estudio sería ampliamente beneficioso en los campos de la psicología o la criminología. Si bien existen controversias a la hora de determinar si la venganza pertenece al repertorio conductual o cognitivo, el hecho de fantasear acerca de una posibilidad de venganza aporta en sí mismo beneficios psicológicos, pues el ánimo de venganza viene fundamentalmente motivado por el deseo de restaurar un sentido subjetivo de justicia. (Osgood, 2007). Así, podemos definir el deseo de venganza como la asunción que un individuo elabora y mantiene tras haber sido infligido un daño que se percibe como intencionado, y que puede llevarle o no a actuar conforme al mismo (Bueno, 2012).
Desde la óptica de la criminología, los deseos de venganza suponen un denominador común en la comisión de múltiples delitos de muy diversa naturaleza, como agresiones sexuales, homicidios, robos o piromanía. En Estados Unidos, estudios revelan que aproximadamente un 20% de los delitos cometidos han sido aparentemente motivados por la necesidad de satisfacer deseos de venganza. (Schumann & Ross 2010). Asimismo, es necesario saber que estos deseos de venganza pueden también estar presentes en sujetos que cumplen condena en prisión. Entornos que aúnan la marginalidad, la privación de libertad y la ardua tarea de lidiar con el hecho de sentirse víctima de una injusticia social o de haber sido traicionados, desembocan en resentimiento y deseos de venganza, lo que deriva en situaciones de violencia y agresividad (Martínez & Hinojal, 2012). Estas hipótesis dejan una ventana abierta a la necesidad de tener en cuenta los sentimientos de venganza no solo como un posible factor de riesgo para la comisión de delitos, sino también para evaluar el riesgo de reincidencia a la hora de conceder permisos penitenciarios.
Desde el punto de vista psicológico, tal y como señala Bueno (2012), los deseos de venganza son relevantes en tanto en cuanto se encuentran detrás de algunos trastornos específicos, pudiendo impulsar algunos de los actos violentos cometidos por quienes los padecen. Uno de ellos es el caso del trastorno evitativo, donde predomina un modo de vida solitario a pesar de que exista un anhelo por las relaciones sociales. La imposibilidad de establecerlas como consecuencia de su baja autoestima y sentimientos de inseguridad, sitúa el fracaso y el resentimiento en la base de acciones violentas como el abuso sexual o agresión, motivadas por deseos de venganza o compensación. Lo mismo ocurriría en el caso del trastorno paranoide, donde predomina la atribución de actitudes hostiles, alta desconfianza e hipersensibilidad a los desprecios, despiertan sentimientos de humillación, vergüenza, ira y celos, derivando en la comisión de delitos mediados principalmente por los deseos de venganza y el rencor. (Guerrero, 2007); (Esbec & Echeburúa, 2010).
Teniendo en cuenta que la venganza se encuentra estrechamente vinculada con la violencia, se hace evidente la necesidad de estudiarla y promover su inclusión en los instrumentos de evaluación de riesgo debido a su interés psicológico y criminológico. De esta manera, podrían desarrollarse nuevos programas de prevención y habilidades terapéuticas, con el fin de disminuir las tasas de criminalidad y mejorar el bienestar psicológico de quienes lidian con estos deseos de venganza como consecuencia de un trastorno de personalidad, contribuyendo así a mejorar la calidad de vida en ambos niveles, tanto individual como social.
Bibiliografía
Bueno Guerra, N. (2012). Vengeance with a Vengeance: Is it Worth to Study it?.
Esbec, E., & Echeburúa, E. (2010). Violencia y trastornos de la personalidad: implicaciones clínicas y forenses. Actas españolas de psiquiatría, 38(5), 249-261.
Guerrero, L. G. (2007). Características descriptivas de los delitos cometidos por sujetos con trastornos de la personalidad: motivaciones subyacentes," modus operandi" y relaciones víctima-victimario. Psicopatología clínica legal y forense, 7(1), 19-39.
Martínez, A., & Hinojal, R. (2012). Manejo del paciente violento en prisión. Revista Española de Sanidad Penitenciaria, 1(1).
Osgood, J. M. (2017). Is revenge about retributive justice, deterring harm, or both?. Social and Personality Psychology Compass, 11(1), e12296.
Schumann, K., & Ross, M. (2010). The benefits, costs, and paradox of revenge. Social and Personality Psychology Compass, 4(12), 1193-1205.
Ana Navarro Jaro
Estudiante de 4º curso del Doble Grado en Psicología y Criminología
Universidad Pontificia Comillas